Suele ser el primer dinero que consigue un emprendedor para crear su startup, el que invierten (o le prestan) familiares, amigos y «locos» que deciden apostar por una persona y una idea. Son los inversores que asumen mayores riesgos, dado el estado embrionario de la empresa. Suelen ser cantidades muy pequeñas y casi se aportan a fondo perdido.